Fácil, la violencia es fácil

El sistema que nos somete se basa, se fundamenta y se realiza en la violencia. Con ella construye la dominación a que nos somete y a la que da el popular nombre de poder, porque es muy cool. Violencia es el inicio, método, forma y fin del sistema que nos somete, y de tan sometidas que nos tiene hace que cada cierto tiempo alguien proponga la violencia como una buena forma de responder a la violencia del sistema. Ni es buena ni es respuesta. Es simplemente una reconocimiento y una confirmación.

Tan inherente al sistema es la violencia que quienes han llegado a darse cuenta de esto,  han visto que no hay palabra para llamar a lo que es contrario, opuesto y limitador de la violencia. No es paz, porque la paz es la violencia operando en silencio. No es amor porque el amor es la violencia en las relaciones afectivas. Le han llamado por un nombre que no es un nombre: noviolencia. Es el reconocimiento de lo basto de la violencia en el dominio del mundo y de lo difícil que es no reproducirla.

Salirnos, confrontar la violencia desde una postura antidominación, antisometimiento es difícil. Requiere un “darse cuenta” sombrío y doloroso. Requiere una voluntad social y política realmente revolucionaria, es decir disruptiva, no repetitiva.

Mucho más fácil es tratar de pasar por antisistema nuestro sometimiento reivindicando algún tipo de violencia como rebeldía y revolución, cuando no es más que la demostración de cierto entrenamiento bien realizado y de nuestra incapacidad crítica, autocrítica y creativa respecto al sistema que tiene una metodología de propaganda, manipulación mental y física, publicitaria aceitada en décadas, siglos y milenios a lo largo y ancho del territorio único que tenemos: el paisaje-mundo en el cual nos toca sufrir, vivir y resistir.

De que nuestra resistencia sea vacua, inútil y favorable a la dominación se encarga la violencia, dándonos a la violencia como su propia solución… y con eso redundamos, repetimos, iteramos, no salimos del círculo y nuestro ego queda satisfecho, contento y sometido nuevamente al sistema.

El canto a la violencia es nuestro canto primario, no podría ser de otra manera, y al mismo tiempo es nuestro canto más autodestructivo, limitado y bendecido por las élites que nos gobiernan y se turnan para gobernarnos disfrazadas de gobierno y de su oposición, en todo momento y en todo lugar.

La violencia nos somete. Nuestro recurso a la violencia es el examen de sometimiento que damos cada día y por aprobarlo, dando discursos que lo reivindiquen el sistema te premia dándote un lugar de privilegio en la máquina de la dominación y la violencia. Una máquina redonda, que no para hasta conseguir su objetivo: el fin de toda resistencia a ella, mediante el fin del planeta que la cobija.

Desde los sectores antisistema cada cierto tiempo se reivindica la violencia como revolucionaria, antisistema o al menos como una táctica que se puede usar sin problemas, que es una cosa neutra al servicio de quien quiera y pueda. No existe tal neutralidad en la violencia. Al contrario, es como si una persona enferma de cáncer reivindicara el cáncer como un remedio.

Pelao Carvallo

Junio 2019

 

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