Militarización Policial en Colombia ¡Alerta inmediata!

La militarización de la policía y policización del ejército es una problemática bastante documentada a nivel de América Latina y en Colombia tiene sus propios matices por ser un país que ha vivido uno de los conflictos armados más largos de la historia de las guerras contemporáneas.

El contexto de la pandemia del Covid 19, no ha sido la excepción en relación a casos de violencia policial. En el marco de las protestas populares que se han motivado para rechazar las condiciones de pobreza y desigualdad que refleja la emergencia sanitaria, diferentes organizaciones de Derechos Humanos han documentado por lo menos 39 asesinatos a manos de la policía, en contra de personas participantes de las protestas solo en el tiempo que lleva la pandemia.

Durante los primeros días de septiembre esta situación se ha agudizado de forma dramática. En la madrugada del 9, mientras se conmemoraba el Día Nacional de los Derechos Humanos, nos despertaron con la noticia del asesinato del joven abogado Javier Ordoñez, quien fue víctima de reiteradas descargas eléctricas con un arma Táser, quien después de suplicar por su integridad fue conducido por los policías a una estación de policía, ubicada en el occidente de Bogotá y allí recibió más golpes y acciones de tortura. Javier solo fue llevado al centro médico después de la exigencia permanente de su familia, llegando sin vida, a causa de las secuelas que dejaron en su cuerpo los “agentes del orden”.

En horas de la noche, mientras familiares y amigos de Javier se encontraban realizando un acto ritual en su memoria, algunos policías se pasearon por el lugar haciendo sonar con fuerza las pistolas Táser, las mismas con las que fue asesinado Javier y que se convierten hoy en un símbolo más de la impunidad y la sevicia.

La indignación acumulada por éstas y otras numerosas acciones de represión y abuso de poder, desencadenaron en protestas masivas que se extendieron por diferentes lugares de Bogotá y otras ciudades, acudiendo a convocatorias masivas frente a las estaciones de policía de diferentes barrios. En medio de la represión y los enfrentamientos, varias estaciones de policía fueron incineradas como acto de protesta, que nos recuerda lo ocurrido en Estados Unidos en tiempo reciente.

Durante las movilizaciones existe una situación recurrente que describe una de las forma de acción de la policía: En muchos de los puntos de protesta, hubo momentos donde todos los policías abandonaban el lugar, dejando que las personas atacaran directamente las estaciones, motocicletas u otros objetos que simbolizan esa autoridad; después de algunos minutos, al lugar regresaba un gran operativo con policías en motocicletas, ocultando sus uniformes con prendas (o policías de civil), y disparando indiscriminadamente en contra de la gente que se encontraba en la protesta y posteriormente abandonando el lugar de forma rápida e impune. Esto ocurrió así en diferentes lugares, con algunas diferencias pero la estrategia se repite en lo esencial.

Si bien aún es difícil calcular las consecuencias de lo ocurrido la noche del 9 de Septiembre, la masacre ha sido consumada y según información de organizaciones de derechos humanos, al final del día del 10 de Septiembre se confirmaron 140 personas heridas de las cuales 60 son por arma de fuego, cerca de 45 personas se encuentran detenidas, y se denuncian por lo menos 9 casos de homicidios por parte de la Policía Nacional, entre ellas dos jóvenes menores de edad. Si algo ha quedado claro es que cuando el pueblo colombiano se levanta para rechazar una masacre, una nueva masacre recae sobre su historia, y cada vez con más formas de consolidar la impunidad.

Más allá de los números, que siempre son relativos, es importante señalar que la violencia policial hace parte de las estrategias de militarización que se expresa con más fuerza y presenta mecanismos de impunidad y difícil acceso a la justicia para las víctimas, donde se ven involucradas otras instituciones como la fiscalía, la procuraduría y las alcaldías, pues se ha demostrado que los policías involucrados en actos criminales, tan solo son cambiados de su puesto de trabajo, pero la mayoría no tienen en curso ninguna acción disciplinaria o condenatoria.

Los medios de comunicación han criticado sistemáticamente las acciones de protesta, pero lo que no quieren mencionar, es que muchas de las estaciones de policía que fueron incineradas tienen denuncias en su contra por acciones relacionadas con torturas, detenciones arbitrarias, alianzas con bandas de tráfico de drogas, entre otras. El engranaje del ocultamiento y la desmemoria están ala merced en este país.

Este texto es apenas un gesto de denuncia y un llamado para que desde las organizaciones y comunidades de América Latina se haga presión y que en Colombia pare el Genocidio en curso, que paren la guerra contra el pueblo.

Desde las latitudes del continente enviamos un abrazo lleno de fortaleza y memoria para los familiares y amigxs de Julieth Ramírez, Christian Hernandez, Jaider Fonseca, Germán Fuentes, Christian Hurtado, Julián Gonzalez, Javier Ordoñez, Andres Felipe Rodriguez, Alexander Fonseca, y todas las víctimas de la violencia policial en la historia de Colombia.

TEXTO COLECTIVO | DE RAMALC COLOMBIA

Fotografía: Nathalia Carolina Angarita Silva | @nathalianph