Editorial – Primera edición Rompiendo Filas

Este es el primer número de la Revista semestral “Rompiendo filas”. El desafío de vincular reflexión, experiencia y posibilidad de cambio sustantivo, nos anima a dialogar lugares y voces comprometidas con el antimilitarismo en Latinoamérica.

Nuestra urgencia nos hace conformar la Red Antimilitarista América Latina y el Caribe (RAMALC), definida como una coordinación que promueve a través de encuentros y entrenamientos noviolentos, el antimilitarismo en la sociedad, cuestionando la estructura militar y las prácticas de dominación.

RAMALC la componen individuos/as, grupos antimilitaristas y grupos sociales que concuerdan en que la resistencia al militarismo debe ser civil, por tanto, no promoviendo ningún tipo de actividad de corte militar.

Considerando lo anterior, RAMALC fomenta las acciones de resistencia noviolentas, al asumir que la resistencia no puede caer en los mismos métodos militares, que coarten el derecho de vivir en paz. Además, el antimilitarismo debe ser un ejercicio activo y participativo, por ende, las acciones directas son parte de las actividades de RAMALC.

RAMALC es la expresión de cientos de años de resistencia. La imposición de valores militares en el territorio, ha significado la organización de la resistencia individual y colectiva, incluso antes de la invasión europea en el siglo XV. La resistencia prehispánica, por ejemplo, de pueblos Toltecas-Chichimecas ante el imperialismo Azteca, o la del pueblo Mapuche, quienes lograron definir el límite del sur del imperio Inca al no permitirles su expansión, son ejemplos de la condena a cualquier tipo de opresión. No podemos decir que este tipo de resistencia buscaba eliminar el militarismo, pero nos demuestra que el militarismo es parte esencial de cualquier tipo de organización jerárquica que busca la imposición a otros grupos sociales.

Es, sin duda, la llegada del sujeto europeo como trasgresor de imaginarios locales e imposición de un nuevo mundo, lo que marca la militarización en Latinoamérica. La llegada de españoles, portugueses, ingleses, holandeses y franceses, gestó un ordenamiento en base a la imposición de la espada.

Con los procesos de Independencia de las metrópolis europeas, la organización y división del territorio en Estados nacionales no se alejó de las dinámicas militaristas. Esta vez con un nuevo componente, el nacionalismo. Los primeros decenios independientes estuvieron marcados por la imposición del modelo moderno de desarrollo y excluyendo cualquier tipo de organización venida de viejas prácticas coloniales o prehispánicas.

Con las dictaduras militares en el continente, el militarismo se transforma en parte de la doctrina política, con atributos injertados en la sociedad a través de la opresión y censura de todo lo que cuestionase el régimen.

El ejercicio de mirar el presente es mirar de reojo el pasado latinoamericano. Ya no hay grandes imperio intentando controlar el territorio. A cambio, empresas multinacionales extractivistas se apoderan de los recursos naturales en desmedro de sus habitantes. La invitación ya no nace por parte de los Estados para mejorar la productividad. El capitalismo globalizado rompe límites fronterizos para lucrar y desbordar su tecnología agresiva con el medio. Sin embargo, en Latinoamérica, los límites fronterizos son temas en cuestión, como manera de seguir atomizando cualquier tipo de idea de integridad regional.

Las dictaduras militares casi no existen en la región, pero toda política oficial tiene marcada la huella de la dictadura local, ya no en la forma de gobernar, si en el por qué gobernar.

El militarismo no solo ha involucrado la ocupación territorial, el resguardo económico privado o de la política estatal. En la construcción de género como categoría social, el militarismo ha aportado con fomentar las normativas de heterosexualidad masculina omnipresente en la sociedad. La idea de lo militar como atributos positivos de masculinidad ha sido parte del discurso con el que convencen a jóvenes a prestar sus cuerpos para actividades militares, como el servicio militar o la inscripción a las escuelas castrenses. Fuera de los cuarteles, el militarismo jerarquiza y endiosa la posición del hombre o lo masculino, dejando en desmedro a otras sexualidades y géneros, aportillándolas con acciones homofóbicas y machistas.

Nuestra realidad cotidiana, nuestros puntos en común y nuestra constante resistencia al militarismo nos hace dar luz a esta publicación, conformada por escritos narrativos, ensayos y artículos de Brasil, Bolivia, Chile, Venezuela, Colombia, Paraguay. Esperamos que en los próximos números hayan colaboraciones de toda Latinoamérica, como también grupos e individuos que deseen sumarse a la publicación. Nuestro correo de contacto es ramalc@riseup.net

La diversas colaboraciones, demuestran la necesidad de establecer el antimilitarismo como un frontis de acción y participación. Este es uno de los tantos aportes que queremos realizar.