La escuela tradicional como dispositivo de perpetuación del militarismo

Para que el poder tenga éxito en su función de manejar conductas, debe utilizar mecanismos como jerárquias y sanciones, como las enseñadas en la escuela.

Marcela Paz Carrasco Rodriguez y Pelao Carvallo

El Poder es el nombre que se da a una situación estratégica compleja en una sociedad dada que se ejerce a partir de innumerables puntos y  es en juego de relaciones desiguales y móviles que operan localmente, un buen ejemplo de esta relación es el caso de la escuela.

El poder debe analizarse como algo que circula es decir, como algo que sólo funciona en cadena. No podemos entonces hablar de un solo “poder” como por ejemplo “de un lado están los que tienen el poder y del otro los que no lo tienen” ya que esta oposición esconde el hecho que el poder funciona a través de mecanismos muy concretos y cercanos.

El Poder es “producto de una relación social” (LEDEREACH, 2000:75)  y por lo tanto, no es una cosa individual que una posee. El Poder dependiendo del modo en que aparece en cada relación social, va a poseer su propia modalidad de funcionamiento, procedimiento y técnica. El Poder no puede pensarse solamente en términos de reglas o prohibiciones, dado que justamente es su funcionamiento el que ha  logrado ir más allá, logrando atomizarse e individualizarse de tal  modo que cada individuo, en sí mismo, en su corporeidad, en su  gestualidad, puede ser y es controlado.

El modo en que el Poder logra devenir es en la Disciplina, la que  entenderemos como: “el mecanismo del poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues por los cuales llegamos a tocar los propios átomos sociales; esto es, los  individuos” (LEDEREACH, 2000: 82). Es una coerción ininterrumpida,  constante, que vela sobre los procesos de la  actividad más que sobre su resultado y se ejerce según una  codificación que retícula con la mayor aproximación el tiempo, el  espacio y los movimientos. “A estos métodos que permiten el control  minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, son a los que se puede llamar las disciplinas” (FOUCAULT, 1992:141) En el modo de dominación disciplinario es el propio cuerpo humano en que entra en un proceso no ya de apropiación sino de desarticulación y precomposición con base en la utilidad de los intereses dominantes.

El nacimiento de este modo de dominación se encuentra situado entre el siglo XVII y XVIII, y surge a diferencia de otras prácticas de  dominación tales como la esclavitud, la domesticidad, o el vasallaje,  las cuales se centran a diferencia de la Disciplina en el suplicio de  cuerpo. La Disciplina tiene su habilidad, y por lo tanto, su sujeción en su búsqueda continua del modo de: “vigilar a alguien, como controlar su conducta, su comportamiento, sus aptitudes, como intensificar su rendimiento, como multiplicar sus capacidades, como colocarlo en el lugar donde será más útil”. (FOUCAULT, 2005 1 apud FERRER, 2005, p.15-32.). El Ejército en este sentido es un ejemplo importante, que  Foucault utilizó como referencia para sus análisis: “fue el punto  donde fue descubierta la disciplina y donde se la desarrolló en primer lugar (…) con la invención del fusil (…) el soldado dejaba de ser intercambiable, dejaba de ser pura y simplemente carne de cañón”(FOUCAULT, 2005 2 apud FERRER, 2005, p.15-32). Al ser entrenado, existía una inversión en el soldado, el que adquiría la habilidad de  utilizar el fusil, por lo tanto se vuelve más útil y valioso, intensificando su rendimiento, multiplicando sus capacidades, colocándolo en el  lugar en que será más provechoso. “Por lo tanto, no debe extrañarnos que el cuerpo y el cerebro de ese soldado (…) hayan de ser  preservados a toda costa. Ese soldado representa una intensa  acumulación de trabajo social, un producto valioso” (HARDT, NEGRI, 2004:69)

Estas técnicas militares de adiestramiento culminarán en el famoso ejército prusiano de Federico II, que gastaba lo esencial de su tiempo haciendo ejercicios. El ejército prusiano, el modelo de disciplina prusiana, es precisamente la perfección, la intensidad máxima de esa disciplina corporal del soldado que fue hasta cierto punto el modelo  de las otras disciplinas (FOUCAULT, 2005, p. 83).

La Disciplina, es por tanto una anatomía política que se desarrolla  mayoritariamente en las instituciones escolares y militares, también hospitales y cárceles, utilizando métodos basados en la vigilancia  directa sobre los cuerpos, creando cuerpos dóciles, sobre los cuales se  ha ido construyendo un complejo sistema de cuerpos sometidos y ejercitados que aumentan su fuerza física a la vez que su obediencia,  disociándose así el Poder del propio Cuerpo y volviéndose este último por tanto en multiplicidades ordenadas, máquinas humanas, a  la espera de órdenes que cumplir.

Las tecnologías individualizantes del poder

Las tecnologías individualizantes del Poder aparecen “en la segunda  mitad del siglo XVIII, y fueron sobre todo desarrolladas en Francia y Alemania” (FOUCAULT, 2005:85) Estas tecnologías individualizantes  consisten en una verdadera anatomía política en el  sentido de que son políticamente capaces de hacer blanco a los/as  individuos/as hasta anatomizarlos/as.

Foucault describirá las Tecnologías individualizantes, una de ellas se  refiere a la clausura, entendida como “un lugar heterogéneo a todos  los demás y cerrado sobre sí mismo” (FOUCAULT, 1992:145). Como  las escuelas, los regimientos, conventos, hospitales e internados. Logrando obtener el máximo de ventajas, al concentrar las fuerzas de producción, bajo el mismo techo. Se pasa de un espacio cerrado a otro, “cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela, después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión” (DELUZE 3 , FERRER, 2005. p.115-121)

Otra tecnología individualizante consiste en la localización elemental o la división por zonas, donde cada individuo/a tiene su lugar y cada lugar su individua/o, se trata de establecer las presencias y ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, poder en cada  instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos. Vean, por ejemplo, como ustedes están sentados delante de mí, en fila. Es una posición que tal vez les parezca natural, sin embargo es bueno recordar que ella es  relativamente reciente en la historia de la civilización y que es posible  encontrar todavía a comienzos del siglo XIX escuelas donde los alumnos se presentaban en grupos de pie alrededor de un profesor que les dicta cátedra. Eso implica que el profesor no puede vigilarlos realmente (FOUCAULT, 2005,  p. 84)

Otro elemento de las tecnologías individualizantes es el rango, generando jerarquía, competencia, rivalidad, vigilancia, etc. Transformando nuestra cotidianidad en un verdadero campo de  batalla. Esta disposición espacial crea espacios complejos por un lado, pero de gran simplicidad y capacidad de control por el otro. “Son unos  espacios que establecen la fijación y permiten la circulación; recortan segmentos individuales e instauran relaciones operatorias;  marcan lugares e indican valores; garantizan la obediencia de los  individuos pero también una mejor economía del tiempo y de los gestos” (FOUCAULT, 1992:149). La ordenación mediante filas y  columnas, típica de los colegios, el uniforme, los/as inspectores/as o el  nombramiento del alumno del mes, etc.

Al introducir la Disciplina de este modo es posible, por lo tanto,  controlar el propio espacio, pero aun así esta no es la única forma de aplicarla. El control de la  actividad es también un elemento  importante, por ej. el sonido de la campana en los colegios para salir o entrar a clases, los gritos para formación en los ejércitos, etc.

Toda la actividad del individuo disciplinado debe ser ritmada y  sostenida por órdenes terminantes cuya eficacia reposa en el  brevedad y la claridad; la orden no tiene que ser explicada, ni aun  formulada; es precisa y basta que provoque el comportamiento  deseado. Entre el maestro que impone la disciplina y aquel que le está  sometido, la relación es de señalización: se trata no de  comprender la orden sino de percibir la señal, de reaccionar al punto, de acuerdo con un código más o menos artificial establecido de  antemano. (FOUCAULT, 1992, p. 170)

La perfección disciplinaria ideal consiste en una población compuesta  de sólidas partes y sometida a movimientos pero sin  voluntad, llegando a ser esa población “una maquina de producir  todo, de producir riquezas, de producir bienes, de producir otros  individuos, etc.”(FOUCAULT, 2005:6).

A fines del siglo XVIII se descubrió lo que podríamos denominar la  consideración de la vida por parte del Poder. Esto por lo tanto es un fenómeno fundamental en la medida de que: “el poder no se ejerce  simplemente sobre los individuos entendidos como sujetos-súbditos (…) se descubrió que aquello sobre lo que se ejerce el poder es la  población” (FOUCAULT 4 , apud FERRER, 2005).

La población no sólo consiste en ser un grupo humano numeroso,  sino que, es: “un grupo de seres vivos que son atravesados, comandados, regidos, por procesos de leyes biológicas, una especie de estatización de lo biológico o, al menos, cierta tendencia conducente a lo que podría denominarse la estatización de lo  biológico” (FOUCAULT, 2006:217)

A diferencia de la disciplina, que se dirige al cuerpo, “esta nueva  técnica de poder se aplica a la multiplicidad de los hombres, pero no en cuanto se resumen en cuerpos sino en la medida en que forma, una  masa global” (FOUCAULT, 2006:220). Esta última, la masa global  será afectada por procesos que son propios de la vida, como el  nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad, etc. A esto es lo  que Foucault llama la Biopolítica, la cual que trae consigo la  importancia de la población dado que esta: “puede perecer, o al  contrario, puede desarrollarse” (FOUCAULT 5 , apud FERRER, 2005)

El sexo dentro de esto viene a ser aquello a partir de lo cual se puede  garantizar la vigilancia sobre los individuos: sus órganos llamados  sexuales, las prácticas sexuales, los códigos de la masculinidad y de la  feminidad, las identidades sexuales normales y desviadas, forman  parte de los cálculos del poder, haciendo de los discursos sobre el  sexo y las tecnologías de normalización de las identidades sexuales un agente de control sobre la vida. Esto es consecuencia de que es el  sexo el que asegura la reproducción de las poblaciones.

A partir de entonces, las Sociedades de Control por lo tanto implican  ya no sólo el encierro en establecimientos y en unidades  clasificadoras del tipo individuo/a masa, sino además este control se  realizará dentro de un continuo de mecanismos a modo de señas que  varían según el desplazamiento de los/as sujetos/as de un punto a  otro, formando una geometría perfecta en un mundo dinámico y tendiente al cambio. De esta manera, el/la individuo/a en la Sociedad  de Control, no está en una situación de encierro, como lo estuvo en la  Sociedad de Disciplina, sino que se ve enfrentado/a a un contexto de dominación que traspasa, en forma de ondulaciones, los distintos  puntos en que se ubica el/la sujeto.

Para que el poder disciplinario tenga éxito en su función de manejar  las conductas, debe utilizar mecanismos simples como la inspección  jerárquica y la sanción normalizadora. La vigilancia jerárquica se basa en la observación “el juego de la mirada”, donde las técnicas que  posibilitan ver inducen poder y además los medios de coerción son  visibles en todo momento. Como las cámaras de vigilancia, guardias, los inspectores escolares, los chips, o los regimientos. La visualización jerárquica de las actividades tiene que ser direccional y permanente,  para ello “se diseña el interior con avenidas, números, señalizaciones de diversa índole, se dibuja la red de las miradas que se controlan  unas a otras (…) una visibilidad general.” (FOUCAULT, 1992:176).

Vigilar pasa a ser una parte importante para educar cuerpos  obedientes y sexualmente correctos. El aparato disciplinario que origina la observación permanente convierte al poder disciplinario en  un sistema integrado, múltiple, automático y anónimo. Este  mecanismo del poder disciplinario no recurre, en principio, a la fuerza,  a la violencia ya que normalmente conseguirá sus objetivos a  través de estas técnicas.

La sanción normalizadora

En el corazón de todos los sistemas disciplinarios funciona un pequeño mecanismo penal.”(FOUCAULT, 1992:183). Este aparece  cuando las técnicas de control antes expuestas no son suficientes y se  necesita corregir al individuo/a en los espacios disciplinarios  dándose una micropenalidad.

del tiempo (atrasos), de la falta de atención (descuidos), la manera de  ser (desobediencia), de la palabra (charlas), del cuerpo (malas posturas), de la sexualidad (indecencia), que originan una serie de  penalidades que van desde el castigo físico leve, a privaciones menores y a pequeñas humillaciones (FOUCAULT, 1992: 183).

La penalidad disciplinaria está definida por la inobservancia de la  regla, ya sea por no alcanzar las metas propuestas o por desviaciones  a la norma. Los castigos disciplinarios tienen una índole mixta y los medios para ejercer este control y dominación, por un lado son  artificiales al estar dispuestos explícitamente por una ley o reglamento, pero también son procesos naturales y observables que  se suceden, por ejemplo la duración de un aprendizaje o el tiempo de  un ejercicio. Asimismo, el castigo tiene una función principalmente correctiva, por lo que junto a los castigos de tipo jurídico, se suele  emplear preferentemente los castigos físicos, ya que existe la premisa  que castigar es ejercitar. El castigo, es parte de un sistema  doble que consiste en la gratificación/sanción por el que se realiza una distribución entre un polo positivo y otro negativo, que sitúa las actividades de los individuos e individuas en uno de estos dos  campos. Por último, el castigo tiene reflejo en la distribución de rangos o cargos por el que la disciplina recompensa con ascensos y  castiga degradando en el orden jerárquico, vinculando al bien y al mal  en una escala de autoridad donde un mayor nivel de dicha escala  supone mayores virtudes.

Con la palabra castigo, debe comprenderse todo lo que es capaz de  hacer sentir a los niños la falta que han cometido, todo lo que es capaz de humillarlos, de causarles confusión, cierta frialdad, cierta  indiferencia, una pregunta, una humillación, una destitución de puesto etc.” 6 (J.B de la Salle, apud FOUCAULT, Michel. Vigilar y  Castigar. Madrid, Ed. Siglo XXI, 1992, p.183)

Mujeres y la inclusión en los espacios masculinos de poder

La dominación tiene diversos ámbitos y formas de expresión, que en  el caso de las relaciones de género y orientación sexual conocemos  como patriarcado, y que se pueden apreciar cotidianamente en los roles asignados a unos y otras, en las discriminaciones explícitas o  sutiles y en los valores tradicionales de la sociedad.

El militarismo es otra dimensión de la misma ideología de  dominación/subordinación, pero en vez de referirse a las relaciones de género explícitamente, se refiere a las relaciones sociales basadas
en el poder de la fuerza, donde su principal función es solucionar  violentamente los conflictos generados por las desigualdades  sociales.

Estas similitudes son dadas porque el militarismo y el patriarcado  comparten una misma raíz en común: el sistema de dominación de  unos sobre otras, características que potencian y justifican el control patriarcal de la sociedad, porque introducen dichos modos de pensar  y comportarse en las relaciones interpersonales y familiares,  generando en esos espacios una escuela permanente para el aprendizaje de la subordinación y la obediencia. Militarismo y  patriarcado son mutuamente dependientes, uno alimenta al otro y viceversa, se mueven con la misma lógica de dominio. Esto porque los  dos son parte de una misma cultura de control y sometimiento.

En el caso del patriarcado, a lo largo de la historia se han desarrollado  modelos de masculinidad, adaptados a cada tiempo, que comparten  una definición del mundo basada en características diferenciadas entre hombres y mujeres, que se presentan como exclusivas, únicas,  puras, de tal manera que no pueda haber otro en competencia  poniéndolo en duda o permitiendo la disidencia. Este pensamiento  único construye estereotipos que no solo argumentan y demuestran  la superioridad masculina, sino que también muestran e imponen a  los hombres cómo deben comportarse para pertenecer al grupo de los elegidos y perpetuar la dominación. Así, se definen y construyen los comportamientos y roles, que han de desempeñarse obteniendo una concepción dicotómica del mundo, a lo que podemos llamar de  prácticas divisorias: hombre y mujer; mente y cuerpo; jóvenes y adultos/as; negros/as y blancos/as; público y privado; loco y cuerdo;  enferma y sana; etc. Generando espacios estancos, dividiendo al  sujeto/a tanto en su interior como de los/as otros/as.

Como ejemplo a la mujer se le designa un modelo de feminidad y al  hombre uno de masculinidad, constituyendo uno de los  cortes/conflictos básicos del patriarcado (PISANO:2001), y  considerando a la sumisión, o al instinto maternal, como valores femeninos y la inteligencia, el afán de dominio, la agresividad, la fuerza bruta, la competitividad, el riesgo, la valoración del éxito, etc. como valores masculinos.

Se podría pensar que estas características pierden validez al ver que  ahora los hombres también lloran, cocinan o lavan, y que también  ahora las mujeres son la mitad de la población en las escuelas y/o universidades, o hacen el servicio militar, pero lo interesante está en  comprender que “lo que el patriarcado trajo como esencia desde su lógica de dominación (…) hoy se ha modernizado en una masculinidad  neoliberal y globalizada que controla, vigila y sanciona igual que  siempre” (PISANO, 2001:20). Por lo tanto “la estructura patriarcal ha ido mutando, ha ido desestructurando y desmontando sus  responsabilidades, reconstruyendo un poderío mucho más cómodo, fortaleciendo y anudando sus espacios de poder, desdibujando sus límites y posibilitando su ejecución para quienes lo controlan”  (PISANO, 2001:19). Esto sucede a través de un discurso completamente “retorcido, menos desentrañable y en aparente  diálogo con la sociedad en su conjunto, donde va recuperando,  funcionalizando, fraccionando, absorbiendo e invisibilizando a sus oponentes y que trae consigo una misoginia más profunda, escondida  y devastadora que la del viejo sistema patriarcal” (PISANO, 2001:21).

Al género femenino se le está dotando de nuevos contenidos y esto  no está modificando la idea que teníamos del concepto. Lo que  entendíamos por ser una mujer, de hecho podría, está cambiando. Actualmente el mayor número de niños soldados que hay en el  mundo son niñas. Tenemos mujeres suicidas que se ponen bombas…  tenemos cada vez más mujeres en el ejército… tenemos una militarización cada vez más grande de la vida de las mujeres. Con  todos estos cambios: ¿podemos decir que la definición de “género femenino” sigue siendo la misma? Las mujeres se están pareciendo  cada vez más a los hombres, mientras que los hombres no se están  pareciendo más a las mujeres. El argumento político no es decir que el  género es menos significativo, sino que ahora necesitamos más al  feminismo, con lo cual no se quiere decir que exista, o haya existido, un solo feminismo (FEMINISTAS TRAMANDO, 2007).

Por lo tanto resulta muy tramposo ver a mujeres en espacios públicos  masculinos, ya que algunas mujeres creen que asumiendo definiciones de feminidad militarizadas pueden acceder a privilegios o  simplemente ser consideradas como ciudadanas de primera clase,  de esta manera, se reconoce implícitamente el mayor valor social de  lo militar y de lo masculino conjuntamente.

Aquí radica el triunfo de la masculinidad (…) es más efectivo  legitimarnos parceladamente, fragmentarnos, disgregarnos e incluir a unas pocas mujeres a la cola”(PISANO, 2001:55) “por mucho que  queramos leer como ganancia los supuestos logros y ganancias”  (PISANO, 2001:23) no significan un avance para la mujer, tan sólo  revelan una legitimación del poder patriarcal actual, teniendo claro  que la intención de lo militar, es que las mujeres se integren en  organizaciones de poder, perpetuando una lógica autoritaria,  jerárquica, xenofóbica, misógina, uniformada, etc. No es una condición de cambio entrar en ese juego de los hombres, como un  ejercicio de tránsito por estos escenarios masculinos no está mal, pero quedarse en ellos es el problema:

bajar a las canchas de fútbol, al  ring de boxeo, al ejercito- espacios demarcados, conformados y gestualizados por la masculinidad- merece una reflexión (…) por  supuesto que las mujeres sienten atracción por los espacios que  nunca han ocupado, y en los que siempre has sido espectadoras, no hemos tenido la experiencia de estar en un equipo vistiendo una  misma camiseta, reconociéndose a sí mismas y a otras como capaces. La idea es saber que el camino no va por ahí ya que el peligro radica en  imitar la cultura masculinista y sus valores como campo de  entrenamiento del dominio (PISANO, 2001:23)

Las conquistas de estos espacios masculinos de poder “tan solo sirven para corroborar el discurso moderno de la igualdad, además la construcción y localización que han hecho de nosotras como genero  no es neutra, los lugares simbólicos que abre la masculinidad a la  feminidad no son inocentes”(PISANO, 2001: 43) para el sistema es  funcionalmente necesario que las mujeres ocupen los lugares  simbólicamente sucios, me refiero a lugares signados como los  educacionales, ejércitos, la policía, la mano de obra barata, etc. Sigue  siendo la estructura patriarcal la que legitima o deslegitima a las  mujeres que le colaboran, tanto en la ciencia, la literatura, la filosofía o la política, permaneciendo inalterable la  estructura, utilizándosenos para corroborar el discurso moderno de igualdad, que valida la cultura militar/ patriarcal, al situarnos dentro de las lógicas y las concepciones masculinas, aceptamos la construcción simbólica, valórica y corporal de la feminidad, lacual actúa sublimando la inferioridad de la mujer,  de tal manera que la dominación se traduce en el sentido  histórico trascendente, a través del cual,  a compartimos las mujeres un lugar en la historia de los hombres (RODRIGUEZ, 2003) negando la posibilidad de construir nuestra historia de mujeres, al continuar  sumergidas en la historia guerrera de la masculinidad.

Resistencias

Allí donde hay poder hay resistencia M. Foucault

La dominación nunca puede ser completa, por muchas dimensiones  que abarque, porque al existir situaciones, momentos, tiempos,  lugares y grupos humanos que se escapan de ella consciente o  inconscientemente, las experiencias de resistencia a la dominación o  sin dominación forman parte de las posibilidades culturales humanas. Algunos ejemplos de resistencias conscientes a la dominación  pueden ser los grupos de educación libertaria, los movimientos sociales antiautoritarios, las okupaciones, las que se atreven a  desafiar al orden establecido. Dentro de los espacios y tiempos  generados inconscientemente de resistencia están las situaciones de paro (huelga), desempleo, desescolarización, vagabundeo, evasión, carnaval o fiesta y también situaciones totalmente rompedoras de la  cotidianeidad como las catástrofes naturales y las crisis económicas políticas que generan amplios espacio de autogestión forzosa de la  realidad.

Si el poder es una relación cómo dice Foucault, es entonces algo que  se puede romper, y en la escolarización tradicional el conflicto es siempre como minimizar las resistencias.
Por eso la escuela tradicional tiende a romper su “tradicionalidad” para poder continuar logrando el sometimiento y disciplinamiento de los cuerpos infantiles y adolescente. A modo de ejemplo, la educaciónpopular, novedosa alternativa algunas décadas atrás, forma hoy parte del curriculum progresista de la escuela tradicional y parte del contenido académico de la enseñanza universitaria de la  pedagogía.

La resistencia a la escuela por tanto se da en un juego de ruptura  permanente y permanente reacomodo de los actores y posturas en disputa, tanto al interior como al exterior de los sistemas y métodos  educativos.

Conclusión

Se podría pensar que el acceso de las mujeres a la formación  educacional, podría poner en jaque la división dicotómica y de superioridad de los roles de género, ya que niñas y niños realizarían  las mismas tareas y/o cumplirían las mismas funciones, legitimando  una supuesta igualdad de oportunidades para hombres y mujeres,  pero sin una transformación radical de los métodos educacionales  tradicionales, que perpetuán una lógica de dominación, la escuela  continuará siendo un espacio legitimador de la militarización social,  valorizando lo masculino, controlando, vigilando y sancionando igual que siempre.

Esta transformación radical de los métodos educacionales  tradicionales serán más posibles, más profundos y más sistemáticos si se dan en un contexto generalizado de cambios sociales que  cuestionen la visión tradicional (y esta tradicionalidad no excluye -al contrario, incluye-, la modernización de sus estilos) de los roles e  identidades de género, del papel de la escuela en la mantención de esa visión y en la generación de nuevas estrategias pedagógicas que  apunten a desarmar los constructos jerarquizantes, militarizadores,  de masculinidades dominantes que imperan hoy en la educación  tradicional que es la mayoritaria.

Notas
1) FOUCAULT, Michel. Las redes del poder. En:
FERRER, Christan. El lenguaje libertario. 1a Edición.
Argentina. Terramar Ediciones. 2005.
2) Idem
3) DELUZE, G. Postdata sobre las sociedades de control.
En: FERRER, C. El Lenguaje Libertario. 1o edición. Ar-
gentina. Terramar. 2005.
4) FOUCAULT, Michel. Las redes del poder. En: FER-
RER, Christan. El lenguaje libertario. 1a Edición. Argen-
tina. Terramar Ediciones. 2005. pp 15-32.
5) Idem
6) J.B de la Salle, citado por FOUCAULT, Michel.
Vigilar y Castigar. Madrid, Ed. Siglo XXI, 1992. 183p
Referencias
FEMINISMOS http://www.feministastramando.cl/in-
dex.php?option=com_content&task=view&id=507&It
emid=57. (consulta: 10 de julio 2007)
FERRER, C. El Lenguaje Libertário. 1a ed. Argentina:
Terramar Ediciones, 2005.
FOUCAULT, Michel. Vigilar y Castigar. Madrid: Ed.
Siglo XXI, 1992.
FOUCAULT, M. Defender la sociedad. Buenos Aires:
Fondo de cultura económica, 2006.
FOUCAULT, M. Nietzsche, Freud, Marx. Santiago: Edi-
ciones Espíritu Libertario, 2005.
HARDT, M. NEGRI, A. Multitud, guerra y democracia
en la era del imperio. Buenos Aires: Debate, 2004.
LEDERACH, J. El abecé de la paz y los conflictos. Ma-
drid: Catarata. 2000
PISANO, M. Um cierto Desparpajo. Santiago: Ediciones
Número crítico, 1996.
PISANO, M. El triunfo de la masculinidad. Santiago,
Chile: Surada Ediciones. 2001.
PISANO, M. Mirar desde afuera y ver. En: Coloquio
“Utopía (s) 1970-2003. Santiago Chile. Edificio Diego
Portales. Organizado por UniversidadArcis. Septiembre
2003.
RODRÍGUEZ, Tatiana. Historia feminista: de lo inmor-
tal a la vida. IV Escuela “Elena Caffarena” del MRA.
2003.