La lucha actual de los pueblos de Latinoamérica y el caribe contra la crisis permanente

Los momentos de prosperidad extractivista dejan la prosperidad para los ricos y el daño para los pueblos y la naturaleza. La crisis latinoamericana y del Caribe es permanente: es el contexto que sirve para mantener la desigualdad. La historia latinoamericana es una historia de extractivismo, la primera materia prima en ser saqueada fueron los pueblos que habitaban estas regiones al momento de llegar los depredadores europeos: esclavitud, explotación, depredación, sexual y hambreamiento hasta la muerte fueron las formas esenciales de ese extractivismo. De las crisis profitan los poderosos y las pagan las pobres. Las crisis en la región también son procreadas por las élites para seguir justificando la militarización social y las militarizaciones de las policías y las policializaciones de las fuerzas armadas, y para seguir justificando la propia existencia de esas élites.


Vivimos en Latinoamérica una actualización por la derecha de lo que Naomi Klein describe como “doctrina del shock”[1]. Una “Doctrina del shock 2.0”. Ya no se trata de crear una conmoción para hacer reformas estructurales (que están hechas): se trata de crear crisis que adelanten la confluencia de las crisis medioambientales, climáticas y económicas y que permitan por un lado detectar, identificar, reprimir, perseguir y ganar información sobre las resistencias a esas crisis (y gobiernos) y al mismo tiempo generar desconfianza y culpabilidad social como generadores de esa crisis sobre las mismas gentes que la resisten.


En toda Latinoamérica y el Caribe tenemos ejemplos de esta estrategia, pero Ecuador y Chile son buenos ejemplos para resumir.  Tanto el “paquetazo” de Lenin Moreno como el “alza del metro” de Piñera eran evitables. El primero mediante (como le recomendaron) la conversión del paquetazo en una serie de “paquetitos” menos concentrados temporalmente. El segundo no necesitaba del eco que le dieron ministros con discursos hirientes y malintencionados hacia los sectores populares o la represión desmedida a las protestas que en sus primeros días no convocaban más que a un sector pequeño de la población (lxs estudiantes secundarixs) y a las que la combinación de represión y exposición mediática dio relevancia y respaldo. El propósito doble de estas iniciativas gubernamentales era, si funcionaban, seguir con la población sometida y acatando y si fracasaban, provocar el estallido social que les permitiera identificar a las recalcitrantes, resistentes y descontentxs con capacidad de acción y alinear a las policías y fuerzas armadas con la autoridad de turno (tanto Lenin Moreno como Piñera tienen que gestionar herencias progresistas en el ámbito seguridad y defensa).

Lo fundamental de estas estrategias no es lograr una adhesión al neoliberalismo, ya instalado, sino lograr una adhesión por nostalgia: generando una crisis económica local de la cual culpar a la oposición en la calle para que el resto de la sociedad, con auspicio mediático, extrañe, añore, los tiempos neoliberales donde todo era seguro y predecible, aunque no asegurara ningún porvenir. Una nostalgia creada, a la fuerza, según este relato, no por las medidas gubernamentales, sino por la oposición callejera y política hacia ellas. Instalado eso, la represión selectiva posterior se hará más fácil, consensuada y aceptada. Los mecanismos represivos ejecutados durante las revueltas masivas, se volverán más específicas y afectarán no al conjunto de las protestas sino a quien se designe como sus autores intelectuales o profetas.

Ciertamente el golpismo forma parte de la institucionalidad política latinoamericana y está en permanente perfeccionamiento[2]. Nuestras democracias lo son en tanto sobreviven, normalizan y legitiman golpes. Será más “golpe” aquel que se demore más en ser normalizado y legitimado por los sectores golpeados. La participación inmediata en elecciones por parte de los sectores golpeados es muestra de que un “golpe” fue menos golpe que otros.

Las élites latinoamericanas están hoy más conectadas y relacionadas que durante la primera parte del siglo XIX. El neoliberalismo ha abierto y simplificado la especulación financiera y ha hecho que las élites sean más dependientes unas del destino de las otras, intercambiando inversiones y asesorías económico-políticas. El aprendizaje golpista, el desarrollo de estrategias preventivas que impidan perder el control final de la situación política, cultural y económica es una constante del intercambio entre ellas. Las acciones en las bolsas locales para las élites latinoamericanas cumplen la función que los matrimonios para las casas reales de la Europa del siglo XVII.

Otro diferencial de este momento histórico respecto a otros es la intracolonización regional. La pujanza brasileña y venezolana de los primeros 2000 abrieron para Brasil casi toda Sudamérica (y la áfrica de habla portuguesa) y para Venezuela (en tándem con Cuba) el Caribe, se acabó con la crisis de la demanda de “commodities” por un lado y por la apuesta por un control biopolítico por la otra, que implicó una política de hambre y desabastecimiento. El espacio más formalizado (las zonas andinas, amazónicas y rioplatenses) que abandonó Brasil se reacomodó rápidamente mediante la creación de nuevas redes regionales por las clases dominantes. Venezuela implosionó dejando su área de influencia bajo administración cubana y Cuba se hizo cargo, en forma de enclaves y control estratégico, hasta de la propia Venezuela.

Para entender esto hay que tener claro que los estados latinoamericanos y del Caribe no se corresponden a sus fronteras de mapa. La realidad está marcada por macrorregiones (Rioplatense, Andina, ConoSur, Amazonía, Caribe, Mesoamérica, por citar algunas) de las cuales los Estados pueden ser parte de una o más a la vez. Estas macrorregiones han pretendido ser articuladas internamente por los imperios de turno (mediante ferrocarriles el británico, apostando al desarrollo industrial el alemán y el norteamericano, mediante la construcción de la carretera panamericana este último. En tiempos recientes el IIRSA (cita y nota) intentó sellar la alianza del Brasil del PT con el nuevo imperio chino) para su beneficio. Las fronteras son espacios en disputa o simplemente bajo controles en terreno de fuerzas político-económicas-armadas de distinto signo, asumidas funcionalmente por los Estados que a la vez se complementan, negocian y disputan con esas fuerzas. La zona de la gran triple frontera paraguayo-brasileña-argentina es una serie de rutas aéreas, terrestres e hídricas que sirven a todo tipo de tráficos administradas por distintas fuerzas con diversas relaciones con el aparato estatal, siendo estas fuerzas todas ellas paraestatales, situación similar a la frontera brasilero-boliviana, venezolano-colombiana, panameño-colombiana, por citar ejemplos de la casi totalidad del continente.

Esto nos permite entender como la situación de redefinición fronteriza se ha agudizado por la implosión venezolana. El Estado Venezolano solo controla una parte del país. El resto está repartido entre múltiples intereses con variadas formas de legalidad e ilegalidad. Por ello el interés en mantener la situación de crisis en Venezuela: permite dar salida, de forma expedita, a materias que en otros contextos sería dificultoso hacer salir a esos intereses, que tienen base en distintos países continentales y extracontinentales.

La redefinición fronteriza es alimentada por el cambio de potencia imperial dominante. China ha abierto enclaves en todo el Pacífico, así como en Venezuela (y su Caribe). En tanto, el actual gobierno estadounidense no tiene interés real en Latinoamérica y el Caribe y se limita a operar mediante las trasnacionales de origen yanqui para mantener, en la derecha latinoamericana, la creencia de que pueden contar con Estados Unidos como apoyo último. Este abandono, reforzado con la escasa presencia de la Unión Europea en la región, vuelve cada vez más interesante para las élites el pragmatismo chino, capaz de hacer negocios con Maduro en Venezuela y con Piñera en Chile.

Las fronteras solo se cierran a los pueblos en movimiento, forzados a migrar por las políticas económicas y biopolíticas que los Estados se dan. Los pueblos en movimiento caminan hacia donde hay lo que en sus lugares de origen falta o les quitan, como tierra y territorios, que son expoliados para el extractivismo puro y duro, de toda gama. Es extractivismo el campo destinado a la soja tras la expulsión de campesinas y campesinos, la montaña dedicada a la minería, tras la expulsión de indígenas, la represa para surtir a la minería y agroindustria de agua o electricidad tras la inundación de terrenos campesinos, indígenas e incluso urbanos. Es también extractivismo la urbanización de terrenos agrícolas para alimentar el negocio inmobiliario a costa del derecho a la alimentación o la creación de zonas de sacrificio. El extractivismo fuerza la migración masiva interna e internacional, siguiendo la ruta marcada por la publicidad hacia lugares donde se cree que no se muere tanto de hambre.

Contra esta crisis permanente los pueblos se revelan, independiente del signo político que los gobiernos se den para legitimar sus atropellos disfrazándolos de ideología. Las rebeliones cruzan Latinoamérica y el Caribe este año 2019 con mayor o menor intensidad, con mayor o menor publicidad, según la represión que sufran y según el espacio que ocupen en la agenda comercial mundial, espacio que ordena la presencia en los medios. Por eso las rebeliones caribeñas y centroamericanas se conocen menos que las rebeliones andinas de este año. Los pueblos resisten a la crisis endémica que para la región representa el estatismo patriarcal y neoliberal que sufrimos y esa resistencia hay que aplaudir porque es la respuesta sólida contra la crisis y contra todos los expoliadores de la naturaleza y los pueblos.

Pelao Carvallo, diciembre 2019

[1]  Klein, Naomi. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ra. Ed. Argentina. 2008.
[2] “Las oposiciones parlamentarias se muestran intrascendentes, inoperantes y es el pueblo quien enfrenta en solitario a la represión. El objetivo de los gobiernos es anticipar la crisis creándola y administrándola para normalizar la represión militarizada, poner en entredicho la cultura de derechos humanos y incubar el miedo en el pueblo a base de asesinatos y torturas impunes, para impedir o dificultar futuras reacciones a las crisis (casos Chile, Ecuador, Paraguay 2019). http://www.liberaradio.com/actualizacion-del-golpismo-latinoamericano-dos-reflexiones/”