No es un juego de lenguaje, es una canallada!








Una vez más el gobierno colombiano ha bombardeado un campamento guerrillero asesinando a niños inocentes.

Para estúpidamente justificar el bombardeo a un campamento insurgente ubicado muy cerca de la población que vive en las inmediaciones de El Chiribiquete, un santuario natural sin igual en el mundo, el pasado 10 de marzo el ministro de defensa de Colombia no tuvo reparo alguno en decir que los jóvenes son reclutados para convertirlos en “una máquina de guerra” y que por lo tanto, recurriendo a la más perversa lógica, pueden ser bombardeados. Las palabras resonaron a través de una transmisión en vivo por el noticiero de un canal de televisión privado, aparato de propaganda de los gobiernos, sin excepción histórica, todos criminales en Colombia. La madre de una de las niñas asesinadas por las bombas dijo que su pequeña había salido de casa buscando una conexión a internet para estudiar, pocas horas luego de que el comandante del Ejército dijera que los menores, aunque reclutados forzosamente, son objetivo militar. ¡Han sido despojados de sí mismos esos seres uniformados!

Pero aquí lo fundamental es que quienes reclutan a los niños, los instrumentalizan, los utilizan y los convierten en máquinas de guerra son esas organizaciones criminales. Por eso nosotros sin tregua las combatimos para que precisamente no sigan afectando la vida de los jóvenes y los conviertan en jóvenes combatientes que pueden afectar y poner en riesgo la sociedad colombiana” dijo airoso y bien peinado el ministro de Defensa, un mando medio poco importante en el arrejunte de mafiosos que es el partido de gobierno.

Para combatir a esos jóvenes que ponen en riesgo a la sociedad colombiana, las “autoridades de reclutamiento” han enfilado, no forzosamente, sino obligatoriamente, a cientos de miles de jóvenes que también son un riesgo y deben ser entrenados para matar y violar. No es un juego de lenguaje, es una canallada jurídica inexorable en función del supuesto bien de la nación.

Niños inocentes tratados y luego nombrados como máquinas de guerra. En medio del inabarcable y espantoso fenómeno de violencia, esta enunciación del gobierno es la canallada más vil transmitida por un medio de comunicación (innombrable), el mismo que hace menos de un año informaba impávido sobre la violación de una niña indígena por 9 niños soldados ya mayores de edad. Ciudadanos marginales prescindibles, cuerpos mestizos que tenían poco tiempo de ser soldados luego de ser incorporados, en palabras de esa repulsiva ganadera senadora, a esa “fuerza letal de combate que entra a matar” que es el Ejército que quieren en Colombia. El ministro y la senadora son partículas, fichitas del mismo partido de gobierno: el uribismo es una patología social que tiene un corazón mesiánico en el logo del partido que lo representa.

El reclutamiento forzado de menores de edad es un drama que estremece las pieles de los camanduleros que no han puesto un pie fuera de la hierba de sus antejardines y campos de golf, y es un asunto que siempre admite debates muy inteligentes y lamentaciones desde el derecho internacional humanitario y el interés primordial del niño (bostezo…) Es ridículo que esto no lleve por lógica simple a que cuestionemos el servicio militar obligatorio de niños mayores de edad. ¿Qué más hace falta para espabilar un poco?

Julián Ovalle